Dunedin es la ciudad del mundo más alejada de Londres y descansa sobre la costa sureste de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Esta ciudad bien podría presumir de tener una de las calles más empinadas del mundo, la calle Baldwin. No obstante, por lo que es realmente conocida es por su agenda musical de renombre internacional, sus modernas artes visuales y una universidad de fama mundial.

Dentro del batiburrillo de arquitecturas modernas y de las épocas eduardiana y victoriana que caracteriza Dunedin, pueden encontrarse escondidos un sinfín de fantásticos restaurantes, una cultura del café en plena efervescencia, boutiques encantadoras y fabulosos mercados agrícolas. Nada más salir a las afueras y a la entrada de la venerada región de Otago nos encontramos con Signal Hill, una de las mecas de la bicicleta de montaña.

Los espléndidos campos de golf, las bandas de gaitas, una gran variedad de maltas y whiskys, así como las celebraciones con haggis en la Noche de Burns, nos hacen ver el peso de la herencia cultural escocesa en Dunedin. No obstante, los paladares que no gusten del whisky pueden aventurarse más allá de los límites de la ciudad y adentrarse en el corazón de una de las regiones vinícolas de mayor calidad de Nueva Zelanda. Las características únicas de sus terrenos han favorecido que los vinos del centro de Otago hayan invadido recientemente el mercado mundial.

El impresionante fondo de montañas entrelazadas con lagos y profundas gargantas fluviales ha permitido el desarrollo de un pueblo creativo, innovador y con un gran espíritu de comunidad, donde los habitantes celebran con deleite su individualidad. Dunedin resulta una ciudad cuyo estilo de vida permite a todos crear un espacio al ritmo de cada cual.