Christchurch se encuentra acurrucada entre las colinas y el Océano Pacífico y acariciando las llanuras de Canterbury a los pies de los Alpes del Sur. La segunda ciudad más grande de Nueva Zelanda lleva siendo castigada desde el 2010 por una serie de terremotos, uno de los cuales sesgó la vida de 180 personas y dio al traste con el patrimonio arquitectónico de la ciudad, incluida su impresionante catedral.

Conocida como la “Ciudad-Jardín” de Nueva Zelanda, Christchurch está realmente tapizada de vegetación y, una vez que se haya completado el programa de reconstrucción del que es objeto, será más frondosa que nunca. El ayuntamiento de la ciudad ya ha revelado sus planes para concebir una ciudad entre jardines y un distrito de negocios algo más sutil y compacto, lo que permitirá erigir más áreas verdes.

Pese a los escombros, Christchurch sigue manteniendo una agenda cultural y de negocios con mucha vitalidad. Con excepción del centro y de los barrios del este, hay muchos lugares que han sobrevivido a la catástrofe, pudiéndose encontrar gran variedad de restaurantes, teatros, centros culturales maoríes y galerías de arte. Y basta con alejarse un poco del centro y empezar a toparse con algunos de los mejores viñedos del país, estaciones de esquí y clubes de golf.

Aunque la infraestructura de carreteras haya quedado un tanto maltrecha, no es difícil moverse por Christchurch, sobre todo si se elige ir a dos ruedas en vez de a cuatro. En Christchurch la gente se mueve a dos ruedas más que en cualquier otra ciudad neozelandesa, ya que las bicicletas y las motos suponen un medio de transporte fiable tras los terremotos. La ciudad posee unos 330 kilómetros de carriles bici, lo que favorece esta opción.

Por lo general, en Christchurch abundan los cielos azules durante todo el año. Los veranos suelen ser suaves, soleados y con poca humedad; sus inviernos traen consigo mañanas de escarcha y días claros y calmados; en primavera, la ciudad-jardín estalla en un impresionante espectáculo de colores. Christchurch, con su amplio abanico de actividades, permite optar tanto por una vida al aire libre llena de acción como por otra tranquila y ociosa durante todo el año.