Las Vegas, conocidísima gracias a su glamorosa y deslumbrante vida nocturna, es una meca internacional del juego. La tolerancia de la ciudad por el ocio adulto que se palpa, ve y admira en casinos y hoteles le ha valido a Las Vegas el apodo de la “ciudad del pecado”.

Pero más allá de las luces, del bullicio del centro y de la calle principal (el Strip), abundan las zonas verdes y los parques repartidos por barrios tranquilos con senderos para caminar, carriles para las bicicletas, zonas de juego, pistas de tenis, fuentes, muros para escalada y lagos y estanques preparados para la pesca.

Por todos sitios hay actividades organizadas pensando en las familias. Estas actividades, combinadas con las amplias vistas de Las Vegas, sus cielos azules, la imagen incomparable que ofrece el Strip por la noche, el seco calor de verano y las noches frescas de la ciudad hacen que vivir en esta ciudad sea una experiencia positiva.

Pero la faz de Las Vegas está cambiando. La ciudad de mayor tamaño de Nevada se levanta sobre una cuenca seca en el escasamente poblado desierto del Mojave. Los 22 millones de litros de la fuente del hotel Bellagio, los canales azules del hotel Venetian y los numerosos campos de golf de la ciudad son un contraste excesivo con el entorno desértico que rodea la ciudad.

En un intento por hacer la ciudad más sostenible, las autoridades han puesto unos precios prohibitivos al agua y existen permisos para el uso del líquido y multas por desecharlo irresponsablemente. Esto ha llevado a que los residentes desmonten los jardines de las entradas de sus casas y a que se decanten por la flora desértica y, en casos extremos, hay quienes incluso vacían sus piscinas. Y entre unas cosas y otras, con el ascenso de los precios de las casas está subiendo también la temperatura del suelo…