Oslo es poco convencional e impresionante: la capital de Noruega es la sede del Premio Nobel de la Paz, y un paseo en trineo de invierno alrededor de su compacto centro nos mostrará tiendas pintorescas y hermosos edificios del siglo XVII que nos llevarán con un salto de esquí de primera categoría al mismo centro de la ciudad. Esto es solo una muestra del carácter único de la capital. Afables, con los pies en el suelo y francos, los noruegos son tan refrescantes como la nieve en polvo. Su actitud pragmática les caracteriza en más de un sentido: es una herramienta que les ayuda a sobrevivir a los largos y oscuros inviernos de Oslo y a sus aparentemente interminables días de verano. Oslo puede ser caro, pero su nivel de vida es excelente. Las áreas residenciales están limpias, bien conservadas y modernas y existe una gran variedad de áreas en las que vivir. Quienes busquen viviendas y apartamentos sofisticados deben ir a Frogner. Si se prefiere un ambiente animado y moderno, lo recomendable es Grünerløkka. Mientras que los jóvenes profesionales prefieren Tøyen, ya que está lo suficientemente cerca del centro de la ciudad como para ir andando, quienes busquen una atmósfera más familiar pueden encontrarla en el precioso barrio de Kampen. Como idioma, el noruego es bastante difícil de aprender. Sin embargo, los no políglotas no tienen que desesperar, pues los noruegos dominan el inglés casi a la perfección – y les encanta hablarlo. Si bien Oslo no está en absoluto abarrotada, la reciente introducción de leyes que exigen la puesta a punto de los edificios, escuelas incluidas, ha traído consigo un flujo de las familias y las escuelas hacia la periferia. Con el precio prohibitivo de los coches y el carburante, el desplazamiento en tren es la opción más escogida por sus habitantes.