San Petersburgo

La majestuosa San Petersburgo, la “Ciudad de las Tres Revoluciones”, reposa en las orillas del imponente río Neva, en la desembocadura del Golfo de Finlandia en el Mar Báltico. Esta ciudad ha cambiado de manos y de nombres varias veces a lo largo de su turbulenta historia.

Allá por 1703, la antigua ciudad-fortaleza sueca de Nyen fue reclamada por el zar Pedro el Grande , que la bautizó como San Petersburgo. Desde entonces ha cambiado su nombre a Petrogrado y después Leningrado, antes de regresar al original San Petersburgo.

Más allá de los cables eléctricos, las tuberías de plomo y la mugre, esta ciudad es verdaderamente resplandeciente con sus prospekts (avenidas) y sus edificios grandiosos. Todavía son evidentes los vestigios del comunismo; en el centro de San Petersburgo, la mayoría de los lugareños todavía viven en kommunalkas, o apartamentos compartidos, que lentamente están siendo reemplazados en la periferia por vivienda de bajo coste.

Los extranjeros que vengan aquí quizá se sientan desalentados por el estado decadente de muchas de las fachadas de sus edificios. No hay que desanimarse porque en el interior los apartamentos son frecuentemente espaciosos y han sido renovados según estándares occidentales.

Si bien aquí se encuentran casi todas las comodidades occidentales (pruebe el supermercado Kalinka Stockmann), seguramente sea más sencillo aprovisionarse en los produkti (bazares) locales. En los meses más cálidos, las babushkas (ancianas rusas) venden en la calle algunos de los mejores productos del verano. Este método no es solo una buena manera de hacer compras sino también un modo de contribuir al mantenimiento de los lugareños. San Petersburgo puede presumir de tener algunos mercados agrícolas fantásticos, como el Kuznechny Rynok.

La ciudad es famosa por su Palacio de Invierno, y más prosaicamente, por sus inviernos de frío intenso. Normalmente, las temperaturas descienden por debajo de los 20 grados bajo cero, dejando a los edificios adornados con estalactitas. Las estalactitas obviamente acaban por caer a las calles y solo por esta razón vale la pena invertir en un sombrero lo suficientemente acolchado.

Las sombrererías abundan en San Petersburgo. Algunos pueden verse tentados a comprar sombreros de piel de zorro, marta o visón, pero no hay que sentirse presionado a ello: existen muchas alternativas disponibles, como el conejo y la piel de oveja. La experiencia cultural que espera en San Petersburgo no se queda atrás; la ciudad está repleta de secretos encantadores y sorpresas ocultas que nunca dejan de cautivar, desde la llegada y hasta el minuto último en la ciudad.