Recuerde su primer día de colegio, o su primera función, o cuando le quitó los estabilizadores a su bicicleta. Estos acontecimientos trascendentales están grabados en nuestra memoria como hechos muy positivos o aterradores que llevamos con nosotros de alguna forma en nuestra vida adulta. Ahora imagínese que estas experiencias le ocurran en un país extranjero… Con ese escenario de fondo, podría parecer que llevar a los niños a un destino internacional es una idea terrible, pero de hecho, ¡es todo lo contrario! Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos escribió: "en este mundo no hay nada seguro, tan solo la muerte y los impuestos". Pero quizás podríamos añadir otra certeza a la lista: incertidumbre ¿Qué mejor manera de preparar a su hijo a enfrentarse al mundo incierto que vivir con ellos la aventura de un nuevo mundo? A no ser que desee oír el lamento plañidero de que solo la adquisición de una mascota les ayudara a adaptarse, hay unos pasos más fáciles (¡y menos engorrosos!) para ayudar a su/s hijo/s y facilitar la transición. Implique a sus hijos en las decisiones e investigaciones Antes la decisión de un traslado era una actividad de "solo adultos", pero ahora es una actividad familiar. Compre un libro del país de destino, busque en Google la ciudad, idee preguntas acerca del tema para generar el interés de la familia. ¿Quiere competir? Divida a su familia en equipos. El que gane puede elegir una actividad para el primer fin de semana en el extranjero. Aprenda la lengua Los niños tienen una capacidad asombrosa para aprender una segunda lengua, y es una manera maravillosa de acceder a un nuevo país y una nueva cultura. Es una manera muy buena de aumentar su seguridad si al menos puede funcionar a nivel básico tan pronto como llegue a su nuevo hogar. Si su empresa le ofrece cursos de idiomas, ¡aprovéchelos! Céntrese en lo que se puede experimentar, no en lo que se va a perder Echar de menos a la familia y a los amigos es una certeza para todos. Los niños se centran en cada aspecto de su vida cotidiana, y dejar todo eso atrás puede ser abrumador. Investigar acerca de qué puede hacer con ellos en el país de acogida (algo que no se pueda hacer en su país) puede ilusionarlos. El objetivo es reducir la ansiedad y ofrecer a los niños una plataforma para que expresen sus inquietudes. Trate las zonas comunes y las divergentes Los programas de formación intercultural para adultos se centran en salvar las diferencias del comportamiento para así tener éxito en el traslado, pero para los niños es un equilibrio de cosas que permanecerán igual así como cosas que serán distintas. Un ejemplo podría ser analizar la cultura popular o si los niños llevan uniforme; cualquier cosa para hacer que sus hijos sientan que pueden pertenecer a... No tenga miedo a los desafíos Sin lugar a dudas, algunos destinos son más difíciles que otros, pero para los niños esto es un matiz que realmente no se encuentra en su radar. No pasa nada por ser honesto con algunas de las cosas que serán complicadas. ¿Nos mudamos a Brasil? ¡Haremos muchas menos llamadas! ¿Nos mudamos al Reino Unido? Probablemente la casa será mucho más pequeña de lo que estamos acostumbrados. ¿Nos mudamos a China? ¡Sí, lo mas seguro es que haya contaminación! El hablar con honestidad acerca de la aventura servirá para que los niños se preparen para lo bueno y para lo malo. Crear un plan de acción para la familia Todo el mundo debería tener una lista de cosas que quiere ver/hacer/conseguir antes de regresar a casa. Cuando se sufra el choque cultural y la morriña esté en su punto más álgido, es hora de marcar algo de la lista y reforzar el compromiso de la familia con el traslado. Si su empresa le ofrece formación intercultural para los adultos y un programa distinto para los niños, pídales pasar tiempo juntos si es posible, para compartir lo que han aprendido y crear su "carta familiar". Planifique el regreso Asegúrese de que sus hijos mantienen el contacto con su familia y sus amigos en su país de origen, para que así cuando regresen no tengan que empezar su vida desde cero otra vez. Ah, y el núm. 8... ¡PÁSELO BIEN!